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Fracasología - María Elvira Roca Barea

 
 Con los liberales se produce el segundo corte que explica la conversión de la historia de España en un campo de batalla ideológico. El primero había sido el cambio de dinastía que trajo consigo e incrustó en España la propaganda anti-Habsburgo y el rechazo a los dos siglos de historia precedentes, como queda claramente de manifiesto en la historiografía que se escribe, o, mejor dicho, que no se escribe, durante el siglo XVIII. Con los liberales llega el rechazo del afrancesamiento y la invasión napoleónica que ha estado a punto de convertir a España en colonia francesa, si es que no lo fue. 

     A partir de aquí, tenemos ya varios grupos que se disputan el poder y no siempre lo obtienen a su plena satisfacción. En adelante todo el que tiene una queja va a declararse víctima de España, de esa España atávica, negra y fantasmal que los afrancesados dijeron que iban a reformar para hacerla ilustrada y moderna, porque se supone que lo que hay antes de 1700 es pura barbarie. Era (y es) fácil, porque esa España como Demonio del Mediodía existía desde el siglo XVI por acumulación de propaganda anti-hegemónica en frentes diversos: el luterano-germánico, el inglés-anglicano, el orangista-calvinista y el propiamente francés, que es el que se muda a Madrid en 1700 e introduce en España el argumentario de la leyenda negra. A él acude y va a acudir en lo sucesivo todo aquel a quien no le va en España como él considera que debería irle. A partir de aquí, ser español comienza a ser muy complicado (y más que va a serlo en el futuro), porque el nombre de España se transforma en la percha donde todos los descontentos colgarían su frustración. 

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