Bajando de Bangor, 22 de noviembre de 1946
Los niños ingleses siguen estando americanizados por medio de las películas, pero ya no se afirma de forma generalizada que los libros estadounidenses sean los mejores para ellos. ¿Quién criaría sin recelos a un niño con cómics a todo color en los que siniestros profesores construyen bombas atómicas en laboratorios subterráneos mientras Superman atraviesa zumbando las nubes, las balas de ametralladora le rebotan en el pecho como si fueran guisantes y rubias platino son violadas, o casi, a manos de robots de acero y dinosaurios de quince metros?
Estados Unidos era en el siglo XIX un país rico y despoblado que estaba al margen de la corriente principal de los acontecimientos mundiales, y en el que las dos pesadillas que acosan a prácticamente todo el hombre moderno -la del desempleo y la injerencia del Estado- apenas habían tomado forma.
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